lunes, 23 de abril de 2012

¿ESTAMOS BIEN REPRESENTADOS POR NUESTROS POLÍTICOS?




 Consideramos que es el pueblo quien debe otorgar el poder a quien corresponda después de unas elecciones libres, con el establecimiento de un gobierno legítimo en el que predomine la igualdad y la justicia entre todos los ciudadanos por encima de cualquier  consideración de clase social, raza, religión, sexo... Una vez cada cuatro años los españoles nos decantamos por un programa electoral u otro, pero la realidad es que una vez ganadas las elecciones, los gobernantes creen tener carta blanca para hacer lo que quieran y el pueblo debe esperar otros cuatro años para que se oiga su voz.

España es un país soberano, cuya forma de gobierno es la monarquía parlamentaria. Creemos que una gran parte de los españoles está de acuerdo en vivir en democracia, pero la realidad es que los sucesivos gobiernos no han podido evitar la crisis económica en la que estamos inmersos y tampoco la están sabiendo resolver. Es más, la corrupción de la clase política la ha hecho caer en el descrédito para muchas personas. A esto hay que añadir que los últimos acontecimientos en la Casa Real está poniendo en entredicho la propia Monarquía, que hasta hace poco era la institución mejor valorada por los españoles. Esto debería hacernos replantear nuestro papel como pueblo que se encarga de elegir a sus representantes y gobernantes, y por tanto la necesidad tomar ciertas medidas para que situaciones como las anteriores no vuelvan a suceder.

Consecuentemente, se están produciendo una serie de protestas a nivel nacional reclamando soluciones a los serios problemas que padecemos. Son muchos los españoles que no se sienten representados por una clase política que ha bajado de nivel en los últimos años, pero como dijo Winston Churchill, “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”. Quizás lo que habría que hacer para mejorarla sería promover la participación activa del pueblo en el gobierno haciendo desaparecer la resignación que nos invade y también buscar soluciones a corto plazo que den lugar a un cambio en el comportamiento político.